“Mi trabajo se encuentra en la transparencia y el universo creado por el color dentro del vidrio”
Alejandro Herrera Guiñazú creció en Mendoza, con la imponente Cordillera de los Andes de fondo.
De chico pasaba horas jugando en el taller de vitrales de su padre y en ese lugar, nació su pasión por el vidrio.
Muy cerca de la naturaleza, descubrió el parapente, su otra pasión, que le permite sentirse libre sobrevolar las montañas y observar hermosos paisajes. Con la escultura logró una fusión perfecta de sus intereses, creando piezas de vidrio con piedras que encuentra en las montañas.
Con una extensa formación en Corning, Herrera Guiñazú es uno de los más destacados escultores en vidrio de Argentina. Por estos días, se prepara para realizar una escultura de piedra y vidrio tallado en gran tamaño para la Bienal del Chaco 2020, como artista invitado.
De visita en su taller, pudimos tomar contacto con su obra y nos contó:
“Mi padre tenía su taller de vitrales, chapa batida y esculturas en bronce y piedra. Él me enseñó a trabajar vitrales biselados a mano en bronce. Aún hoy sigo trabajando en encargos de obras, haciendo restauraciones y obras nuevas.
Cuando abrí las puertas de mi propio taller de vitrales, sentí la necesidad casi inmediata de darles forma tridimensional a lo ya aprendido, y comencé con mi primera maestra, Loretta Yang. Ella me enseñó la técnica de pâté de verre y casting a la cera perdida en vidrio. En ese momento, confirmé que este era mi camino”.
“Mi impronta está en el vidrio fundido, me especialicé en Corning, tuve 6 maestros: Loretta Yang, Daniel Clayman, Milon Townsend, Vladimir Klein, Martin Rosol y Jiyong Lee.”
¿Qué es lo que más te gusta del material? ¿Y cuál es tu qué técnica preferida?
Lo que me enamoró a primera vista del vidrio fue la capacidad de transmitir luz, color, tridimensión, transparencia y movimiento. Para mí el vidrio es un material que tiene un lenguaje propio como cualquier otro material, pero además puede atrapar la luz en su interior y la proyecta de formas que dan al artista contemporáneo un nuevo universo creativo a explorar.
El casting en todas sus formas, y el trabajo en frío, son las técnicas que amo por igual.
Estoy en continuo aprendizaje y recurro a capacitaciones que pueden ser técnicas o teóricas. Esto también hace que una carrera de arte sea algo dinámico.
“Mi desafío ha sido siempre insertar el arte en vidrio en la Argentina. Uno de los que me motivó para hacerlo fue el escultor estadounidense Daniel Clayman”
¿Qué te inspira?
Las formas del universo, las montañas, las piedras, los valles y, ríos, los colores del cielo, pero también puedo tomar inspiración de los sueños que están influenciados por un estilo de vida que busca un universo más sutil y espiritual, con un mensaje que invita a frenar el pensamiento.
¿Un momento especial?
Durante mi muestra “Visiones” recibí la visita de Julio Le Parc y cuando se interesó por mis esculturas de vidrio y piedra, yo estaba casi en shock porque las tocaba y se acercaba a pocos centímetros para entrar en el vidrio y moverse por dentro como lo hacemos los amantes de este material. Ahí supe que era un hombre sensible y coincide perfecto con lo que transmite en su obra. De este encuentro mágico me llevo valiosas enseñanzas.
¿Qué haces cuando no haces vidrio?
Lo que más me gusta hacer cuando no estoy mi taller, es volar en parapente, me genera energía para crear obras.
Vuelo desde el año 1993 y ha sido mi pasión y sustento por mucho tiempo. Con el parapente pagué mi carrera en el vidrio y sostuve el taller.
Puedo volar durante horas y cruzar de una provincia a otra. Me inspira estar en el aire, y disfruto al observar la naturaleza en su máxima expresión.