Juan Ripollés (1932, Alzira, Valencia) es un creador que ha sabido transformar la adversidad en arte. Su vida comenzó con un golpe del destino: su madre murió en el parto, y él creció en Castellón, donde su infancia estuvo marcada por el trabajo duro. Recolector de chatarra, pintor de brocha gorda, aprendiz de la vida… hasta que en 1954 partió a París con un sueño: ser artista.
Y lo logró. Cuatro años después, sus cuadros colgaban en la prestigiosa galería Drouand David, compartiendo espacio con obras de Picasso y Chagall. Desde entonces, su arte ha viajado por el mundo: sus pinturas y grabados han sido expuestos en museos y galerías de Ámsterdam, Nueva York, Tokio y Beijing. Sus esculturas monumentales se alzan en plazas y calles de Madrid, Venecia, Lisboa y Verona. Pero Ripollés no es solo un escultor de grandes dimensiones: es un alquimista de la materia, un explorador del color y la forma.
Uno de sus materiales más fascinantes ha sido el vidrio de Murano, con el que ha creado piezas de una vibrante expresividad. Su obra Ajedrez, un conjunto de 22 figuras de vidrio en intensos tonos azul y naranja, es un ejemplo magistral de su capacidad para jugar con la luz y el color, dotando a sus esculturas de una transparencia casi mágica.
Ripollés no sigue normas, no busca tendencias. Su taller es la naturaleza, su inspiración es la vida misma. Como él mismo dice:
“Para mí el arte es el reflejo de lo real, una emoción de lo vivo. Hoy quería decir algo, algo así como no sé qué. Pero nada, no he podido decir nada.”
A sus más de 90 años, sigue creando con la misma pasión de siempre, dejando una huella imborrable en el mundo del arte. Porque Ripollés no solo es un artista: es un poeta de la materia, un soñador de formas, un inventor de luz.
Web: www.ripolles.es
