
Desde el corazón de Rusia, una fábrica que lleva más de 260 años transformando el vidrio en poesía brillante, combinando tradición artesanal y diseño contemporáneo.
En la pequeña ciudad de Gus-Khrustalny late el corazón centenario de la industria cristalera rusa: la fábrica Gus-Crystal. Fundada en 1756 por el comerciante Akim Maltsov bajo el patrocinio de Catalina la Grande, la fábrica nació con el sueño de llevar el arte del cristal a nuevas alturas. Lo que comenzó como un pequeño taller artesanal pronto se convirtió en el epicentro del vidrio artístico en Rusia, dando nombre incluso a la ciudad (“Khrustalny” significa “de cristal”).
A lo largo de su historia, la fábrica fue modernizándose gracias a los descendientes de la familia Maltsev. En el siglo XIX, Iván Maltsev viajó a Bohemia, cuna del vidrio europeo, para aprender nuevas técnicas y perfeccionar la fórmula del cristal al plomo, elevando así la calidad y transparencia de sus piezas. Sus colecciones pronto conquistaron el mundo: ganaron premios internacionales y se convirtieron en proveedor oficial del Imperio ruso.
Hoy, la fábrica Gus-Crystal produce más de 3.000 modelos de piezas, desde delicados vasos y copas hasta imponentes jarrones y esculturas decorativas. Cada objeto nace de la mano de artesanos que, con movimientos casi coreográficos, transforman el fuego y la arena en formas luminosas.
En 2019, la fábrica recibió un reconocimiento especial al ser incluida en el registro oficial de muestras artísticas tradicionales rusas, reafirmando su importancia cultural y patrimonial. Además, la antigua Catedral de San Jorge alberga el Crystal Museum de Gus-Khrustalny, un fascinante recorrido por la historia del cristal ruso, con más de 2.000 piezas que narran la evolución estética y técnica de este arte.
Lejos de anclarse en el pasado, Gus-Crystal sigue explorando nuevas colecciones y colaboraciones contemporáneas, demostrando que el cristal no es solo un material: es un lenguaje que habla de historia, luz y belleza.




























