Con motivo del Día de la Mujer la entrevistamos descubriendo una historia de vida fuerte, con una mirada sensible desde una personalidad alegre y de gran fortaleza.
Natalia Gerschcovich (argentina, 41 años), llegó a Río de Janeiro hace veinte años junto a su hermana, y desde entonces se dedica al vidrio artístico. Con su última serie, “Meninos invisiveis”, busca alzar las voz de los niños olvidados por la sociedad, que tienen vidas marginales y son ignorados en las calles.
¿Cuándo llegaste a Río de Janeiro y por qué lo elegiste para vivir?
Quería conocer Latinoamérica como mochilera, así que en el ´99 me tomé un tren con mi hermana en Constitución hacia a Tucumán y a partir de ahí hicimos dedo hasta La Quiaca, después viví un año en Bolivia. El viaje continúo en el famoso tren de la muerte hacia Brasil. Conocí muchos estados, personas y culturas diferentes, pasé hambre y viví experiencias de riesgo. Conviví en una comunidad hippie en el lugar más lindo de Brasil, Alto Paraíso, en Goiás. Ahí plante semillas, hice amigos y continúe haciendo arte con lo que tenía a mano.
A Río de Janeiro llegué por casualidad, como a la mayoría de los lugares por los que he pasado, pero esta ciudad maravillosa me atrapó. Vivir acá es vivir con los opuestos, la belleza y el caos, la injusticia y la alegría, es una ciudad llena de naturaleza por todos lados. Ahora vivo en Santa Teresa, un barrio donde pasa el tranvía y las calles son de adoquines, voy caminando a mi taller, saludando a los vecinos que me cruzan por la calle.
¿Cuál es tu formación? ¿Cómo tomaste contacto con el vidrio?
Estudié en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y en paralelo hacía un taller de escultura con Edgardo Madanes. En esa época trabajaba con resina poliéster, látex y poliuretano expandido. Aprendí a hacer moldes en varias partes y la resina me interesaba en especial por la transparencia.
Una vez instalada en Río, mi hermana trajo un horno de fusionado, ahí comenzamos a experimentar sin saber casi nada, vendimos bijouterie en la playa, caminando toda Copacabana. Después tuvimos un puesto en la feria de Ipanema, donde los domingo vendíamos la producción que hacíamos en la semana, lo hicimos durante cinco años.
¿Cómo siguió tu crecimiento en el ámbito del vidrio?
En el 2009 quedé embarazada de Camilo y ya no podía ir a la feria, por lo que decidí vender en tiendas. Ese mismo año, mientras mi bebé dormía, descubrí el blog Objetos con Vidrio, donde se mostraba lo que estaba pasando en el mundo con el vidrio artístico. Me di cuenta que podía aplicar lo que sabía de moldes y vi que Silvia Levenson dictaba un seminario en la Escuela del Vidrio de Berazategui. Fui a tomarlo junto a mi hijo, al que estaba amamantando, mientras mi mamá me esperaba afuera.
Cuando volví a Río, empecé a practicar lo que había aprendido en el curso y ahí fue cuando empezaron a surgir más dudas. Viajé a Portland, USA, para tomar un curso en Bullseye y esto fue fundamental en mi carrera. Estando ahí aprendí mucho, principalmente sobre modelado con cera y acabado de las piezas en frío.
Por Silvia Levenson: – “Conocí a Natalia en Berazategui hace diez años. durante los primeros Seminarios Internacionales.
Hoy reconozco en ella la misma determinación y talento de entonces. Es algo que marca una diferencia en las personas: esa pasión en el hacer, en el continuar el acto creativo que no se agota solo en la idea genial.”
Hoy en día tengo dos líneas de trabajo, por un lado modelo esculturas en arcilla o plastilina haciendo el proceso de molde y cera perdida hasta llegar al casting. Por otro, revelo fotografías sobre vidrio para hacer lo que llamo “Fotoesculturas”.
¿Qué te inspira para crear obra?
Hace un año que trabajo en la serie “Meninos invisiveis” (niños invisibles). Son niños que están viviendo en la calle, y cruzo todos los días. Verlos es tan cotidiano cotidiano parece que ya nadie los ve. Son invisibles. Estos niños, en su mayoría negros, traen desde el nacimiento el peso de la esclavitud, la discriminación y la desigualdad de un pueblo sin justicia. El tema de la infancia desamparada me conmueve. Me indigna profundamente que el estado y la sociedad miren para otro lado.
¿Qué posibilita el vidrio?
El hecho de que sea frágil pero tenga tanta fuerza expresiva aporta mucho mi obra. El vidrio tiene la característica específica de trasmitir lo etéreo, lo que está pero no se ve. Nos conecta con otra dimensión como ningún otro material.
¿Es sencillo trabajar con vidrio en Río?
Trabajar con arte en vidrio en esta ciudad parece una utopía porque no hay insumos, maquinaria ni gente que trabaje con el material para hacer escultura. Por un lado me favorece y, aprendí a arreglarme el horno, a cambiar las piezas que se me rompen de las máquinas y a ingeniármelas como puedo. Para mí esto se ha convertido en un desafío. Ahora, mi misión es hacer conocer las técnicas en vidrio, enseñándolas aquí.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Mi objetivo es hacer algunas obras más que tengo en mente y después seguir retratando otros grupos de gente que han quedado invisibles a través de la historia.
Mujeres que admiro: Silvia Levenson, claro, por su humildad y generosidad. Mercedes Sosa porque me emociona, Simone de Beauvoir porque con sus libros denuncio las injusticias cometidas hacia las mujeres, Rita Lee porque es rockera y me divierten sus músicas inteligentes y sarcásticas. Y a las abuelas de Plaza de Mayo.
Si hay una palabra que define a Natalia es determinación, esta convicción profunda le permitió avanzar en su vida y carrera más allá de los obstáculos. Ella continuó experimentando, aprendiendo y transmitiendo su pasión por el arte y el vidrio llegando a conseguir importantes logros. ¡Esto mismo le va permitir llegar adonde se proponga!
Fotos: Verónica Pacini