Nový Bor, una ciudad impregnada de la rica historia de la fabricación de vidrio, alberga el Museo del Vidrio de Nový Bor, un tesoro de la artesanía del vidrio que abarca siglos. Ubicado en un notable edificio de dos pisos con un techo alto a dos aguas y un impresionante portal de estilo Barroco tardío, este museo es un testimonio del duradero legado de la ciudad en el arte de la fabricación de vidrio.
Lo visitamos junto al artista Ricardo Hoineff que nos brindó un recorrido completo por todo el museo.
Los orígenes de la ubicación del museo se remontan a Johann Christopher Socher, un exportador de vidrio local que, después de 13 prósperos años comerciando vidrio bohemio en México, encargó la construcción de la elegante casa. Sin embargo, bajo esta estructura yace evidencia de una casa de madera aún más antigua, construida por el maestro carpintero Josef Schneider antes de 1759, mostrando las capas de historia dentro de las paredes del museo.
En 1820, Socher vendió la casa a la familia Rautenstrauch, miembros de la empresa de exportación de vidrio más destacada de Nový Bor, quienes la mantuvieron en propiedad hasta 1939. Fue en 1952 cuando el consejo municipal tomó una decisión que vincularía para siempre la historia del edificio con la cultura del vidrio. Reconociendo la importancia histórica de la casa, la transformaron en el Museo del Vidrio, un lugar donde la rica herencia de la ciudad podía ser celebrada.
Un hito significativo en la historia del museo ocurrió en 1998-1999, cuando el edificio fue sometido a una extensa reconstrucción. Durante este período, el museo se expandió con un nuevo anexo de dos pisos, conectando de manera fluida la casa original con el edificio vecino en la calle Kalinova 105. Esta expansión no solo proporcionó un área de almacenamiento moderna para las exhibiciones, sino que también incluyó una espléndida sala representativa para exposiciones a corto plazo. La entrada al museo, adornada con un portal de arenisca tallada con un ancla, sirve como recordatorio de los viajes aventureros emprendidos por el vidrio bohemio para llegar a ferias lejanas en todo el mundo.
La mayoría de las exhibiciones del museo son exquisitas creaciones de hábiles artesanos del vidrio que buscaban satisfacer los gustos diversos y las demandas únicas de los comerciantes extranjeros. La unión profesional de los vidrieros desempeñó un papel fundamental en el establecimiento del museo, con el consejo municipal asignando generosamente espacio para su exposición inicial en el ayuntamiento en 1893.
La colección del museo creció gracias a donaciones de vidrieros locales y empresarios que entendían la complejidad técnica y el valor artístico de la cristalería. Este lugar es una parada imprescindible de la región, con su visita uno puede tomar dimensión de la calidad y variedad que tiene la producción en la República Checa.