Rubén Núñez, reconocido como un maestro vidriero venezolano, dejó una huella imborrable en el mundo del arte a lo largo de su segunda etapa de carrera. Su viaje desde París donde ya exponía junto a los maestros Jesús Soto y Alejandro Otero hasta la isla de Murano en la década de 1950 fue un punto de inflexión crucial en su trayectoria. Allí, inmerso en la técnica del vidrio artístico de Murano, adquirió conocimientos que luego aplicaría al fundar la fábrica de vidrios Araya en Venezuela, su tierra natal.
El legado de Rubén Núñez se extiende más allá de las fronteras de Venezuela. Su labor artística ha sido celebrada en numerosas salas a nivel nacional e internacional, y ha participado en diversas muestras expositivas en Estados Unidos. Su contribución al arte en vidrio le valió el prestigioso Premio Nacional en su país, siendo reconocido como un maestro en la técnica de artes de fuego.
En los años 70, Núñez se adentró en el mundo de la holografía, desarrollando un concepto único que denominó “holocinética”. Sus hologramas tridimensionales, como Nave fotónica y Autoretrato saliendo de depresión, son un testimonio de su genio creativo y su búsqueda incansable de nuevas formas de expresión. Rubén Núñez no solo fue un maestro del vidrio, sino también un visionario cuyo trabajo trascendió fronteras, inspirando a generaciones de artistas y admiradores en todo el mundo.
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