“Con la joyería he encontrado la manera para expresarme, me permite imaginar pequeños universos y materializarlos”.
Cecilia López Bravo (Estados Unidos, 1975), vive entre Nueva York y Mendoza. En la Gran Manzana tiene un taller equipado para crear sus piezas portables de vidrio, y en Mendoza no solo está su casa rodeada de montañas y naturaleza, sino que creó junto a su pareja, un centro cultural con alojamiento, que está próximo a inaugurarse y promete ser un gran espacio de encuentro de todas las disciplinas artísticas.
Entrevista
¿Podrías contarnos sobre tus inicios en el arte?
Comencé a trabajar con vidrio en el año 2006, por ese entonces vivía en Miami, y gestionaba una Galería de Arte en Wynwood Art District, mientras exploraba en el campo de la fotografía. Aquel año en Art Basel vi una exhibición de obras hechas en vidrio, y me cautivó el material, intuí infinitas posibilidades y comencé a explorar todo ese universo.
¿Cuáles fueron los primeros pasos en el vidrio?
Lo primero que hice fue fusionar imágenes en vidrio reciclado, investigaciones en torno a la fusión y mezcla de elementos con vidrio. En el 2007 me mudé a NY, participe en “BEAD PROJECT” de Urban Glass, y comencé a experimentar con flameworking, me enamore de la técnica y sus posibilidades desde el primer día. La versatilidad del vidrio fundido es infinita, te permite ser espontáneo, jugar y moldear el vidrio es casi terapéutico.
Paralelamente a la exploración con el vidrio, quería hacer joyas, para unir las dos cosas, así que fui tomando diferentes seminarios con joyeros y aprendiendo de a poco técnicas básicas, comencé a mezclar materiales, experimentar diferentes técnicas, siempre con la intención de encontrar mi propio estilo. Desde entonces, el taller es un espacio donde encuentro total libertad a la hora del uso de materiales y técnicas y eso me da cierta satisfacción y un estado de búsqueda constante.
En esa búsqueda te fuiste encontrando con el trabajo de grandes artistas, podrías nombrar a tus 6 favoritos?
Es difícil, hay muchos artistas que me gustan: Paolo Marcolongo, Beth Lipman, De la Torre Brothers, Simone Crestani, Mika Aoky, Paul Stankard…uno más, Jeremy Lepisto.
¿Cómo es esto de vivir entre Nueva York y Mendoza? ¿Qué es lo que más te gusta de cada lugar?
Hoy en día vivo entre Mendoza, la montaña y Nueva York, la gran manzana, dos lugares opuestos, en la montaña tengo mucho espacio y tiempo, esto me permite dedicarme a desarrollar mis joyas. También estoy creando con mi compañero Javier Lopez Rotella, un Centro Cultural que esperamos poder inaugurar a fin de año, donde tengo mi taller. La idea es que sea un espacio de cultura y arte, no solo enfocado a la joyería y al vidrio sino al arte en general.
Y en Nueva York mantengo mi taller, eso me da posibilidad de poder seguir trabajando cuando viajo, esa ciudad es para mi un lugar muy especial, me inspira mucho su gente, las diferentes culturas, la arquitectura, la vida cultural, me hacen vibrar, así que trato de sacar provecho de los dos lugares, tengo mi cuota de tranquilidad en Mendoza y luego puedo disfrutar del ritmo de la Gran Manzana.
¿Qué buscas transmitir con tus piezas?
Para mí es muy importante dar sentido e intensidad a mi trabajo. Exploro la búsqueda personal de la belleza, que es la forma en que cada uno la percibe, creo que está en constante movimiento, cambia de colores, formas, matices que obedecen al pasado y al presente, creo que es parte del proceso evolutivo y la expansión de la conciencia. Las joyas siempre tendrán su esencia y belleza, pero el observador o el usuario los percibirá de manera diferente, esto es muy interesante para mí, cómo cambia de persona a persona la forma de verlas y sentirlas.
Me interesa la condición humana y las preguntas esenciales, de dónde venimos, hacia dónde vamos, porque estamos aquí.
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