Con piedras preciosas y cuentas de vidrio, Kathleen Ryan crea esculturas de frutas podridas que invitan a reflexionar sobre la decadencia, el consumismo y la belleza oculta en lo grotesco.
La obra de Kathleen Ryan transforma lo grotesco en algo asombrosamente bello. A través de sus esculturas de frutas podridas, la artista estadounidense reflexiona sobre el consumismo y la decadencia como una parte inevitable de la vida. Estas piezas monumentales representan limones, naranjas, fresas, melocotones y otras frutas en descomposición, llevando al espectador a explorar la delgada línea entre lo hermoso y lo repulsivo.
Las esculturas están realizadas en espuma de poliestireno, que sirve como base para tallar y pintar meticulosamente. Una de las características más llamativas de su obra es el uso de glass beads (cuentas de vidrio), piedras semipreciosas y otros materiales brillantes que imitan el moho de las frutas. Estas cuentas y piedras, en colores vivos y patrones intrincados, se incrustan una a una en la superficie mediante alfileres de acero. El contraste entre la riqueza visual de las gemas y el simbolismo de la podredumbre genera un poderoso impacto estético y emocional.
Para Ryan, estas esculturas son mucho más que objetos decorativos; son una metáfora de los efectos del exceso y una invitación a reflexionar sobre los patrones de consumo humano. El uso de materiales preciosos y comunes como el vidrio evoca la dualidad de lo que consideramos valioso y desechable. Además, al representar frutas que parecen desmoronarse, la artista enfatiza la conexión entre la fragilidad de la vida y nuestra relación con la naturaleza.
El espectador no solo es testigo de una obra técnicamente impecable, sino que también se enfrenta a una narrativa cruda y honesta: nuestras acciones tienen consecuencias, pero incluso en lo aparentemente arruinado puede hallarse belleza y potencial de cambio. Kathleen Ryan logra que el arte sea tanto una experiencia estética como una oportunidad para la introspección.
Instagram: @katieryankatieryan