
Con una técnica propia que fusiona soplado veneciano y casting, Jamie Harris crea esculturas de vidrio donde el color fluye como en una pintura y la luz parece suspendida en el tiempo.


Para Jamie Harris, el vidrio no es solo un material, sino una manera de pensar la forma, la luz y el color en movimiento. Artista radicado en Nueva York, Harris lleva años explorando la tensión entre control y entrega, entre técnica y azar. Su serie Infusion es un ejemplo perfecto de esa búsqueda: bloques, orbes y paneles que parecen detener el instante exacto en que el vidrio, aún caliente, empieza a transformarse.
Formado en técnicas venecianas como el incalmo, Harris reinterpreta tradiciones desde un enfoque pictórico. Superpone burbujas de vidrio coloreado a más de 1000 grados, y luego las funde en un proceso que combina soplado y casting, generando piezas de una profundidad cromática casi hipnótica. Como si cada escultura fuera una pintura tridimensional hecha de luz suspendida.

El proceso no es fácil. El vidrio que se usa para soplar no está pensado para ser recalentado, y muchas piezas se agrietan o fallan. Pero para Harris, esa fragilidad forma parte del lenguaje. No todas las obras sobreviven, y sin embargo cada una contiene un gesto de descubrimiento, una pequeña historia de ensayo y error.
En sus esculturas más recientes, la luz no solo atraviesa el color, sino que lo transforma. La incorporación de piezas lumínicas ha supuesto un nuevo desafío: mantener la riqueza cromática cuando la obra se ilumina desde dentro. Y aún así, Harris logra que esa tensión se convierta en belleza.
Sus formas son contenidas, casi minimalistas. Pero el corazón de su obra está en el movimiento, en lo que se intuye más que en lo que se ve. Tal vez por eso sus piezas conmueven: porque no imponen una idea, sino que abren una sensación. Una vibración silenciosa entre el vidrio, el color y el tiempo.
Web: www.jamieharris.com
Instagram: @jamie_harris_studio